sábado, octubre 24, 2015

ESTREMOZ

Una visita fugaz desde Badajoz en una mañana gris de otoño, tan solo apenas 70 km, circulando por la antigua nacional a Lisboa, como de señal y dándonos la bienvenida se alzan inmensas a ambos lados de Estremoz unas moles de piedras cuadradas sacadas de unas minas para utilizarlas en un sinfín de formas marmoleas.
Una vez pasado este tramo y como figura fantasmal a su izquierda se ve la quietud de su cementerio lleno de mausoleos que la verdad te inquietan al pasar.
Decidía dejar el coche a la entrada del pueblo para forzar un paseo intenso y perdiendome por las calles pedregosas de estremoz.







Entré por la Avenida "Como no podía ser de otra manera" 25 de abril fecha imborrable en Portugal, un inmenso parking con plazas y jardines y palacetes a sus extremos.











Es una localidad a la espera, sí a la espera de gente, me resulto raro tal vez por ser temprano si temprano son las 11:30 de la mañana, poca gente por sus calles, algunos en los bares típicos de sus parques lo que aquí son quioscos de chuches, allí son cafeterías con sus cazuelitas tostadas y sus bicas de intenso aroma.
















Explicar su historia relatando si fue fundada en el siglo tal por el rey cual sería fácil, pero yo me quedo con la sensación de estar pisando una ciudad fortaleza con evidentes signos de haber sido destruida una y otra vez y de haber sido levantada mil veces. sus calles pintorescas mezclaban palacetes con casas impropias, ver casas ricas y chabolas se mezclan sin desentonar, un aroma a pueblo con sus vecinos a las puertas de sus casas tan solo molestos por el ruido fuerte de un equipo musical puesto a todo volumen por algún quinceañero que no le importaba el incordio de sus cercanos.
El pueblo tiene un recorrido natural, solo mirar hacia su castillo te empuja como imán para subir sus empinadas cuestas hacia la ciudad fortaleza de la cima de Estremoz.








Similitud a nuestra Alcazaba pacense una vetusta muralla con un barrio que arropa sus murallas que impone al subir por desconocer lo que se puede encontrar allí. 









Pero nos sorprende gratamente como una antigua ciudad convive con el majestuoso castillo conservado como parador, al menos tres restaurantes de buen ver y alguna tienda de artesanía, junto a dos museos, 




























Un café caliente y bien aromático en su parador de turismo en unos salones enormes y llenos de lujo presididos por dos jarrones de la dinastía Ming.


Una simpática señorita te da la bienvenida a los salones del parador con una atención inmejorable consiguen hacerte sentir importante sin serlo, este café que degusté en tan imponente salón es de los que mas he disfrutado en mi vida.










Una vez quitado el embrujo del parador bordeamos la fortaleza y tenemos una capilla capricho de una reina santa venerada por Portugal.





Después de un par de horas de puro cotilleo por la fortaleza me dirijo a desandar lo andado y bajando por sus calles empinadas de nuevo me pierdo por ellas llegando a sus puestos de verduras y porcelana alentejana.








Un ciudad que no queda indiferente una mezcla de decadencia con modernidad, un sitio con embrujo suficiente para olvidarse de los problemas diarios, un buen lugar para desconectar.





  














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